Hay un montón de grandes espectáculos británicos, repletos de ideas originales y grandes talentos. Así como también hay un montón de grandes espectáculos estadounidenses. Pero lo que definitivamente escasea son grandes remakes norteamericanos de grandes espectáculos británicos. Por cada diez shows que lanza la televisión británica, hay uno que probablemente será lanzado en su versión paralela en los EEUU. Veamos algunos de ellos que han hecho furor e, inclusive, han sido aún más populares que su versión original.
The Office – La Oficina
Probablemente uno de los remakes más polémicos de la década pasada. Si bien el concepto creado por Ricky Gervais y Stephen Merchant es, sin lugar a dudas, una de las piezas más bellas de humor observacional, la versión norteamericana se ha encargado de sacarle mucho más provecho al recurso de mockumentary (falso documental) que su predecesora británica. Los movimientos de cámara están bien estudiados (aunque debemos admitir que da la impresión de irse construyendo a medida que la historia avanza, hilando más fino poco a poco), cada uno de ellos expresa una emoción muy precisa o sirve a una función específica y clave que hace avanzar la trama de modo singular.
Ello, sumado al excelente concepto y a un casting que ha resultado ser más homogéneo y fuerte de lo esperado, hace de este show un instantáneo favorito en los EEUU y otras regiones del mundo. Aunque los fanáticos “de hierro” siguen prefiriendo la serie británica. Ambas versiones son grandes, pero de maneras muy diferentes.
Sinopsis: Un equipo de filmación cubre los pormenores del día a día de una compañía común y corriente para un futuro documental. Allí encontrarán a un excéntrico jefe y las desopilantes personalidades de cada empleado.
House of Cards – Castillo de Naipes
Una serie que tiene a medio mundo palpitando es House of Cards, un remake de una serie británica que originalmente sólo emitió 4 episodios. Pero Netflix decidió adaptar a Sally como su primer programa original importante después de que la serie británica encontró un inmenso éxito en el servicio de contenidos en streaming. La apuesta funcionó, ya que la primera temporada de producida por David Fincher y protagonizada por Kevin Spacey y Robin Wright introdujo con éxito a los primeros episodios de estreno, generando 100 millones de dólares en ganancias. Puro suspenso, bellamente diseñado, brillantemente actuado, a menudo muy divertida, House of Cards es tan adictiva como entretenida.
Sinopsis: Relata el camino hacia las más altas esferas del poder político de un gobernante y su esposa. Veremos las artimañas que utiliza para manipular el sistema (y a las personas involucradas en él) para obtener resultados en su favor, tanto con modos correctos como así también bajo las más viles formas de actividad criminal conocidas.
Shameless (desvergonzado)
El favorito de Channel4, Shameless había tomado, después de cuatro primeras temporadas en la televisión británica, el camino del remake bajo el ala de Showtime. Esta serie presentaba el escenario perfecto para que los escépticos sobre los remakes norteamericanos quedaran no sólo tranquilos, sino que aún más a gusto, compartiendo las horas de fanatismo entre las dos versiones. A mitad de la primera temporada, la versión americana comenzó a romper con la serie británica y, finalmente, encontró su propia voz, convirtiéndose en uno de los más apreciados en virtud de la comedia dramática en la televisión gracias una buena escritura y un reparto excelente, que incluye a William H. Macy y Emmy Rossum.
Sinopsis: Es la historia de la familia Gallagher, una familia disfuncional donde la figura del padre llamado Frank es el personaje desde donde la desestructura comienza a filtrase hasta sus seis hijos. La acción transcurre en un suburbio obrero ficticio donde Frank se encarga de educar a sus hijos mientras intenta convivir en una rutina de alcohol y drogas. De más está decir que antes de tener éxito en, bueno, nada; Frank se la pasa lidiando con sus adicciones, los problemas de sus hijos y un entorno que, ante la coyuntura que lo envuelve, se desenvuelve en las situaciones más desopilantes posibles y los cuadros más patéticos posibles, generando una cuota de humor constante.
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