¿Qué pasa en el cerebro cuando aprende?

Recientes estudios del Instituto Técnico de Massachussets pudieron comprobar cuál es el comportamiento del cerebro cuando aprende, es decir cómo este es capaz de  absorber y analizar rápidamente la información que recibe.

Para ello se utilizaron varias pruebas de aprendizaje con monos que eran monitoreados a través de encefalografías. Básicamente se pudo comprobar que el cerebro cambia la forma en que se conecta a medida que aprendemos algo nuevo, esto ya estaba comprobado. Las neuronas del cuerpo estriado del cerebro, la que controla la formación de los hábitos, son las primeras en activarse y posteriormente lo hacen más lentamente las neuronas de la corteza prefrontal, el sistema de control  ejecutivo del cerebro.

 

¿Qué pasa en el cerebro cuando aprende?

Lo que pretendían estos nuevos estudios era saber si esta activación escalonada era provocada por una comunicación  entre ambas regiones cerebrales o si eran dos sistemas independientes. Por medio de la medición de ondas cerebrales, los investigadores pudieron determinar que mientras los monos estaban aprendiendo surgían nuevas ondas cerebrales, ondas beta, que comenzaron a sincronizarse. Esto demostró que las dos regiones: la corteza prefontal y el cuerpo estriado están comunicados.

Dichos circuitos comienzan a sonar juntos, ese zumbido puede fomentar posteriores cambios de plasticidad a largo plazo en el cerebro, pero lo primordial es que comienzan a sincronizarse.

Nuestros circuitos están en constante actualización para mantener la expansión de nuestro conocimiento y a través de estos estudios se evidencia la interacción entre estos dos sistemas durante el aprendizaje, algo que hasta ahora no se había podido demostrar.

Lo que además demuestra este nuevo estudio es que el cerebro es plástico, cuanto más lo usamos más se ejercita y más conexiones se producen entre las neuronas y entre las distintas partes. Esta capacidad del cerebro nunca se pierde, por eso podemos seguir aprendiendo a lo largo de toda la vida. Mediante la experiencia nuestro cerebro cambia.

El cerebro adulto es flexible, al contrario de lo que comúnmente se suponía; es decir que había un límite de edad para aprender ciertas cosas, y que la edad adulta significaba una pérdida de la capacidad de aprendizaje, la memoria y la ejecución en general.

Así, se comprueba que no hay límite de edad para el aprendizaje, aunque durante los primeros años de vida la capacidad del cerebro de  establecer conexiones sinápticas es fantástica. Por ello los niños pueden aprender tantas cosas y con tanta rapidez, cada experiencia deja una huella en el cerebro.

Al nacer, los seres humanos ya  sabemos hacer muchas cosas, por ejemplo: respirar, reaccionar, succionar, pero la maduración del sistema nervioso desencadena nuevos aprendizajes a través de los deseos y los impulsos. Más o menos a la misma edad, todos los niños sienten la necesidad de andar, de balbucear,  de soltarse de la mano.

De igual modo todos nacemos preparados para hablar, pero necesitamos de ayuda y estimulación para desarrollar el lenguaje. La inteligencia humana, cabe recordar, no es un don inamovible es una posibilidad a desarrollar mediante el aprendizaje y este puede durar toda la vida. Siempre se puede aprender algo nuevo y desarrollar así nuestro cerebro.

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