Redes sociales: ¿antídoto para la soledad o aislamiento social?. El efecto de las redes sociales

el efecto de las redes sociales

Redes sociales: ¿antídoto para la soledad o aislamiento social?. El efecto de las redes sociales

El efecto de las redes sociales. Internet y tecnología.

Antiguamente, la ronda a la plaza, donde todo el pueblo giraba en uno u otro sentido los días domingos, vistiendo sus mejores ropas, daba a la gente una oportunidad de entablar diálogos, mirarse, sonreírse, gustarse o rechazarse. El tiempo pasó y en su correntoso río, la tecnología de Internet, sentó bases definitivamente. Por esto no haremos una apología antitecnológica, ni demonizaremos un recurso que ha demostrado tener más bondades de lo que se esperaba. Las redes son una realidad y hay que aprender a lidiar sanamente con ellas.

Al fin de cuentas, la idea es la misma, sólo que la plaza es ahora global, el  mundo entero se muestra frente a nuestros ojos. Es de esperar, que las personas que acceden a esta increíble pluralidad de opciones, prefieran ver el catálogo primero, antes de comprar. Millones de perfiles muestran la variedad de expresiones humanas. Los códigos también se parecen, la sonrisa picaresca, es hoy una carita amarilla que guiña un ojo, asentir y coquetear es un “me gusta”, la charla ocasional es el “comentario”, las mateadas en el pasto, son los “foros”, incluso mandamos obsequios, compramos simpáticas mascotas humanas, intentando estar presentes en el muro de los demás.

A veces, en un porcentaje ínfimo, y con mucha suerte, los interesados se verán las caras en una plaza real, o en un café. El shock es insalvable. La imagen en tres dimensiones, jamás se parece a la que vieron en la red, aún cuando se usara una webcam. Hay una sorpresa difícil de disimular, volvemos a ser humanos. Pasado el primer momento, todo se reacomoda, la mente registra ahora al otro como persona, ya no como perfil, y toma nuevas notas: postura, aliento, forma de moverse al hablar, charla sin efectos especiales. Hay que empezar de cero.

Pocos encuentros se repiten y menos aún se transforman en relaciones afectivas, apenas llegan a ser amistades sin mucho contenido. Y la razón puede ser que se prefiere lo virtual, que permite idealizarse mutuamente. Es más fácil que nos vean sin defectos, que piensen en nosotros como si ésa, la mejor foto de hace unos años, la mejor sonrisa, sin ojeras ni panza, fuera nuestro estado permanente, sin malos humores, ni malos olores, de vacaciones en la playa. Es más seguro ser deseados allí en el ciberespacio, que aquí, en casa. Podemos  sacar una persona del muro pero qué duro es sacarla de nuestra habitación.

Las redes sociales son un atajo que nos dan acceso a miles de “amigos”, mientras estamos demasiado solos frente a la pantalla. Podemos opinar y ser vistos, aunque en la realidad muchas veces nos sentimos transparentes. También  la red nos provee de suficientes sueños e imágenes, como para tener ocupada nuestra mente y adormecidos nuestros sentimientos.

Debemos establecer reglas personales, las redes no deben atrapar nuestro tiempo por completo, podemos dar una oportunidad a la realidad, estirar los ojos de vez en cuando. Puedes entrar a la red, puedes salir a la calle, puedes también, darte un tiempo sin búsquedas, para reencontrarte con ese libro que cayó mudo en un rincón. Todo es válido si te sirve, si no te paraliza, si no te condiciona.

Los hábitos despluman tus alas y reducen tu libertad.

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