En los tiempos del abuelo: la tercera edad en la era digital

Mientras la mayoría de las personas que habitan una ciudad se entregan a la gran carrera de la rutina diaria, dejando de lado las miradas largas, los abrazos fuertes y el tiempo suficiente para escuchar el esmerado trino que algún pajarillo le dedica al sol matutino, mientras corremos, una parte de la sociedad nos ve pasar, parados al  costado de la gran ruta de la vida urbana, caminan lentamente los ancianos.

Los adultos mayores que creemos detenidos comparando la suya con nuestra velocidad apabullante, los que tienen mil historias vividas que se afanan por contarnos en cada oportunidad que les demos. Los seres humanos que amaron, construyeron, lloraron y soñaron igual que nosotros: los queridos abuelos.

 

En los tiempos del abuelo: la tercera edad en la era digital

Estamos tan agitados corriendo tras la gran zanahoria que no sabemos detenernos para alcanzar a tomarles la mano, y lo que es peor, tampoco enseñamos a los niños y adolescentes a valorar a esos viejitos sentados en el porche, como mudos observadores que solo esperan alguna mirada, una charla, una caricia de quienes tanto han amado y por quienes lo han dado todo.

Ellos tienen tiempo por delante, podemos ayudarlos a disfrutarlo de la mejor manera. Los abuelos pueden cantar, reír, ir al cine, bailar y sobre todo, desean saber cómo son esos seres humanos que llaman sus nietos.

Los abuelos quieren contar quienes fueron, necesitan ser escuchados para quedar guardados en la memoria de los que llegaron después. Tienen tanto qué decir, son tesoros de sabiduría, sin importar cuál haya sido su forma de vivir la vida, porque siempre se aprendió y siempre se puede enseñar.

 

Las opciones usuales que se eligen para los abuelos son:

Dejarlos en un geriátrico con la excusa de que allí estará mejor atendido y con gente de su edad, alejándolos de sus cosas, sus plantas y mascotas, sus vecinos y familia.

Inscribirlos en actividades que tal vez no desee realizar, para “mantenerlo ocupado”.

Sentarlo frente al televisor para que se entretenga.

Pero hay otras maneras de retribuir tanto esfuerzo, cariño y atención:

Prestando atención sincera a lo que desean contar.

Teniendo paciencia ante los cuidados que requieren, tal como ellos la tuvieron cuando fuimos sus bebés.
Incluirlos en las salidas familiares.

Programar paseos con sus nietos, será algo que ninguno olvidará y todos atesorarán.

Preguntarle qué actividades le gustaría realizar y apoyarlo como apoyamos a nuestros hijos.

En resumen, el tiempo libre de los abuelos, es un tiempo con valor agregado, es un tiempo que vale cada minuto, no solo para ellos, sino para todos.

Que no queden en una silla jugando al solitario, que no se sientan segregados del resto. Ellos son inteligentes, vivaces y amorosos si reciben estímulo y cariño. Porque así somos en la niñez, adolescencia, juventud y volvemos a serlo en la vejez.

Permitamos que nuestros niños sepan quienes fueron sus abuelos, en qué trabajaban, cómo vivían, cómo era su mundo en esos tiempos. Que se generen nuevos recuerdos hasta el último instante, que los abuelos inunden Facebook con sus caras sonrientes y haya muchos “me gusta” de todos en la red.

Es tiempo de reducir la velocidad, es tiempo de darles tiempo a los abuelos.

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