El mal de ojo en los bebés

En muchísimas culturas del mundo está fuertemente arraigada la creencia de que los recién nacidos y bebés de corta edad, pueden ser víctimas del llamado “mal de ojo”, supuestamente realizado de forma conciente o inconciente por alguien que envidia la dicha de la familia ante la llegada de su nuevo adorable miembro.

Así, han surgido numerosas costumbres para proteger al niño de ser “ojeado” o para curarlo si ya lo ha sido. Pero puede haber muchas explicaciones sensatas ante los supuestos síntomas, y en todo caso, no se debe dilatar la consulta al pediatra al atribuir al mal de ojo lo que en realidad, puede ser signo de un problema de salud.

En teoría, los síntomas del mal de ojo en bebés abarcan desde llanto inconsolable, insomnio, falta de apetito y hasta fiebre. Lo cierto es que todos ellos tienen explicaciones médicas.

El llanto inconsolable durante los primeros tres o cuatro meses, puede responde a lo que se denomina cólico del lactante, que se caracteriza por un llanto intenso y prolongado sin causa aparente, que por lo general aparece al anochecer. Una probable causa es que el sistema digestivo del niño es muy inmaduro aún, y por eso sufre de gases que le generan dolor, pero no está probado que realmente sea así.

De todas formas, es normal y no reviste ningún peligro que el bebé tenga episodios de llanto siempre que se haya descartado que no sea por sueño, hambre, pañal sucio o algún dolor.

Claramente, el cólico del lactante no tiene origen en el mal de ojo, sino simplemente es parte del desarrollo, y suele desaparecer por sí mismo hacia el cuarto mes de vida. En todo caso, antes que curar el mal de ojo, es necesario consultar al pediatra para descartar cualquier otro origen de ese llanto.

Las dificultades para dormir y los despertares frecuentes por las noches suelen ser también habituales en bebés pequeños, y atribuidos al mal de ojo. Lo cierto es que una vez más, la respuesta está en los procesos madurativos del niño. Las fases del sueño infantil no son iguales a la de los adultos, por motivos diversos como que el niño necesita alimentarse con frecuencia aún durante la noche, y porque su cerebro necesita madurar para dormir como un adulto – algo que recién es esperable a partir de los dos años, no antes.

Es por todo esto que les cuesta conciliar el sueño y mantenerlo durante la noche, incluso lo habitual es que duerman más durante el día. Algunos expertos creen que este rasgo, es un resabio del hombre prehistórico. Un bebé que no lloraba de noche no era bien vigilado por sus padres, y por lo tanto, presa fácil de las fieras.

Los humanos que sobrevivieron fueron, precisamente, quienes siendo bebés lloraban por las noches. Aceptar con paciencia que esto forma parte del crecimiento del hijo y que en algún momento será capaz de dormir solo toda la noche, es la única forma de sobrellevar la difícil rutina nocturna de los padres recientes. Y una vez más, nada de todo esto es producto del mal de ojo.

En cuanto a la falta de apetito, muchas veces es una percepción subjetiva de los padres. Si la dificultad para comer del bebé es notoria, se debe acudir al pediatra sin demoras. Y la aparición de fiebre en bebés pequeños, siempre es motivo de consulta médica inmediata. Es peligroso atribuir al mal de ojo estos síntomas.

Algo más para agregar en este tema, es que nuestras costumbres con respecto al nacimiento de un niño contribuyen en mucho al mito del mal de ojo. Cuando nace un bebé, lo habitual es que la casa de la familia, incluso la habitación del hospital o maternidad, se llenen de visitas. Un recién nacido de pocas horas o días es extremadamente sensible a los estímulos de múltiples ruidos, voces, olores, tactos, de tantas personas que en poco tiempo lo quieren ver. Hay que considerar que hasta no hace mucho, apenas conocía la penumbra y calidez del vientre materno, donde los sonidos le llegaban amortiguados.

Todo esto genera en el bebé un estrés enorme, que no puede gestionar, y a veces desencadena los síntomas de lo que atribuimos al mal de ojo. En todo caso, los padres recientes deben tratar de que la mayor parte del tiempo su hijo esté en un espacio calmo, sin tanta gente, y dosificar las visitas lo mejor que puedan –aún a riesgo de ganar la antipatía de más de uno de ellos –, evitando que el niño pase de brazo en brazo – lo que además lo expone a un sinfín de gérmenes que su sistema inmune aún no puede combatir.

Finalmente, quienes aún crean en el mal de ojo y quieran colocar a sus hijos algún amuleto u objetos bendecidos, deben tener en cuenta que colocar cadenas o lazos alrededor del cuello es sumamente peligroso, pues existe riesgo de estrangulación accidental. También se debe considerar que colocar sobre el cuerpo del niño collares, brazaletes o broches con dijes y otras piezas pequeñas, conlleva el riesgo de que se lo lleve a la boca y se atragante. En todo caso, los amuletos pueden colocarse en la cuna, en su silla o en el coche de paseo, cerca del niño pero no a su alcance.

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