El arte de hacer lo que no queremos

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Hay suposiciones generalizadas de que las tradiciones de Asia sudoriental son todo sobre reducir la velocidad y el cultivo de la calma – pero eso es sólo la mitad de la historia

Al publicar un producto acerca de las prácticas espirituales orientales en los países occidentales; tales como meditación, yoga o reiki; hay una regla no escrita en cuanto al diseño del embalaje. Debe ofrecer una flor de loto, algunos guijarros, un cielo claro, quizás un lago o una estatua sonriente.

Estos clichés reflejan la creencia generalizada de que las tradiciones de Asia sudoriental todas trantan acerca de la desaceleración, de mirarse hacia el interior y de cultivar la calma: las cosas que haces, es decir, cuando estás desesperado por tomarte un descanso del ritmo de vida moderna (más caracterizado por las práticas occidentales).

Pero para Gregg Krech, experto en psicología japonesa, eso es sólo la mitad de la historia. Mirando de cerca a esas filosofías, argumenta en su nuevo libro que esto no sólo es erróneo, sino que, a su vez, tomarlo de dicha manera sería incorrecto y perjudicial.

El problema con el enfoque habitual de la motivación es, en opinión de Krech, que está demasiado afianzado en la importancia de estar entusiasmados con lo que estás haciendo, evitando las molestias asociadas con el aburrimiento, las dificultades o el trabajo poco glamoroso. En líneas simples, demasiados apegados, en definitiva, a las emociones en general.

Si ves a la vida de esa manera, la cura para la dilación es clara: cambiar tus sentimientos de rechazo por sentimientos de entusiasmo. Pero tratar de controlar las emociones “es como tratar de hacer retroceder las aguas río arriba”, dice el psiquiatra japonés Shoma Morita. La alternativa de Morita, el “arugamama”, es dejar de luchar contra los sentimientos incómodos, aceptarlos y hacer las cosas de todos modos (lo cual es algo mucho más práctico que permanecer esclavizados a las emociones del momento). Krech también cita al maestro de meditación Eknath Easwaran: “La afirmación se oye muy a menudo: ‘me gusta, así que voy a hacerlo’, lo cual es una confesión de que una persona que no es libre.”

Todas estas posturas son reveladoras en cuanto a la manera en que pensamos en las emociones: no como lo que todos debemos buscar en la vida, sino como una aflicción ligeramente avergonzante que es probable que te distraiga de lo que importa como guía hacia ella. “La única manera de tratar realmente con el problema de la emoción”, escribe Krech, “es dejar de depender de ellas”: la emoción se desvanece después que descubres de lo que estás hecho.

Esto no tiene por qué resignarte a tener una relación o trabajo que odias; simplemente significa que no dependas de las emociones, o la evitación de molestias, para decidir qué hacer a continuación. La vida (parafraseando a Buda) es intrínsecamente insatisfactoria. Y eso es liberador: nunca tienes que preguntarte si el camino en el que estás conducirá a emociones intactas y cero frustraciones, porque puedes estar seguro de que no lo hará.

En un antiguo proberbio Zen citada por Krech, un monje le pregunta a su superior qué hacer acerca de cuando algo está demasiado caliente. Su respuesta: “Cuando esté caliente, deja que esté tan caliente tanto como para matarte.” Bueno, tomarlo literalmente no sería bueno, pero significa que debemos pasar menos tiempo luchando contra el malestar. Esa es una de las claves de la productividad para vencer todos los impedimentos. Ser capaz de hacer lo que hay que hacer, aunque no te apetezca, es un atributo muy cercano a un superpoder.

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