¿Te cuesta mantener un peso saludable? ¿Tu esfuerzo no alcanza para obtener los resultados deseados? ¿Te cuidas en la alimentación pero no consigues bajar esos kilos de más? Probablemente la práctica de algunos “malos hábitos” están jugándote una mala pasada y saboteando tus esfuerzos.
En este artículo te contamos qué pequeñas prácticas tenés que evitar para producir grandes resultados.
– Dormir pocas horas
La falta de un descanso adecuado genera un desequilibrio hormonal en el organismo que afecta el metabolismo y la saciedad. Como resultado, el cuerpo no elimina las toxinas durante la noche, las hormonas generadoras del apetito se alteran y crean la necesidad de incorporar más calorías e hidratos de carbono a la dieta, provocando desequilibrios alimentarios.
Contrariamente, dormir entre 7 y 9 horas diarias estimula correctamente la capacidad del organismo de quemar grasas, ya que en nuestras horas de descanso, el cuerpo transforma los carbohidratos en energía.
A partir de ahora, tus horas de sueño, ¡son valiosas!
– Saltear comidas
Este hábito -además de ser perjudicial para el organismo-, puede tener el efecto contrario para quienes deseen perder kilos. Al suprimir una comida, el metabolismo se vuelve más lento y acumula la sensación de hambre. Por consiguiente, la próxima vez que se ingieran alimentos, el cuerpo demandará mayor cantidad de comida y el apetito será más insaciable. Lo ideal es fraccionar la alimentación en seis comidas diarias: cuatro principales (desayuno, almuerzo, merienda y cena) y dos colaciones.
– Incorporar calorías líquidas
Prestar atención y ser conscientes sobre los líquidos que ingerimos durante el día. Evitar aquellos muy azucarados, como las gaseosas y bebidas carbonatadas, y las bebidas alcohólicas que suman calorías y se convierten en enemigos a la hora de mantener un peso saludable. Optar preferentemente por la ingesta de agua, infusiones y jugo de frutas o de bajas calorías.
– Comer muy rápido
Ingerir alimentos a los apurones, sin masticar bien, reduce la sensación de saciedad e impide que el cuerpo tenga el tiempo necesario para digerir todo lo que incorpora. Como resultado, el metabolismo no funciona correctamente y no quema la grasa deseada. Es un hábito difícil de arraigar en algunas personas, pero que con paciencia y siendo consciente, se puede revertir.
– Ser sedentario
La cantidad de grasas e hidratos de carbono que quema el cuerpo es proporcional a la actividad física que realiza. Así que, adoptar un estilo de vida sedentario provoca un menor gasto calórico y por consiguiente un mayor depósito de grasas. Hacer ejercicio a diario (caminatas, paseos en bicicletas, rutinas en gimnasios, natación, clases aeróbicas, etc.) ayuda a sentirse mejor física y mentalmente, y tiene importantes beneficios en la prevención de enfermedades como sobrepeso, hipertensión, diabetes, y colesterol.
– Tener atracones emocionales
Algunos estados de ánimo, como la melancolía, la ansiedad o el estrés generan un desequilibrio hormonal en nuestro organismo que deviene en un aumento de peso. El hábito de ingerir alimentos para ocultar las emociones, está asociado a lo que se conoce como “hambre emocional”. Para evitar que esto suceda, es importante crear conciencia de los alimentos que se incorporan y saber distinguir el hambre verdadero del que no lo es.
– Tomar poco líquido
Al consumir poca cantidad de agua, los riñones trabajan menos y se produce una retención de toxinas que pueden generar sobrepeso. Se recomienda ingerir diariamente dos litros de agua.
Todas estas malas costumbres pueden influir en la efectividad de una dieta e incluso pueden provocar un aumento de peso. Por ello es importante implementar día a día pequeños cambios que nos ayuden a sostener hábitos saludables y resultados deseados. ¡Empieza hoy!
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