Las dos caras de la adopción. Padres adoptivos, niños en adopción

niños adoptados

La naturaleza y las circunstancias hacen que algunos matrimonios no puedan ver realizados los sueños de ser papás. Muchos realizan tratamientos interminables, unos con éxito, logran al fin su propósito, pero otros desisten y se entregan a la idea de adoptar un pequeño.

Los adoptantes suelen preferir a los bebés, ya que desean lograr una mejor y total integración familiar del niño. Además, se sueña con acunar, con cuidar por las noches… Esa tarea infinitamente amorosa de proteger a un ser tan vulnerable, despierta los sentimientos más primitivos de preservación de nuestra especie.

Sin embargo, hay otra parte en este asunto de la adopción: los niños. Los bebés, en su estado de pureza e ingenuidad absoluta, sobreviven dentro del sistema de adopciones. A veces son atendidos con dedicación personalizada, pero en muchos sitios, debido a la falta de recursos y voluntarios, apenas se les abastece de sus necesidades básicas de higiene y alimentación. Es frecuente ver que no hay tiempo ni personal que les provea del alimento psicológico fundamental: el lazo afectivo. Por ello muchos bebes, sufren de “marasmo” una forma de autismo primario, que los hace volverse hacia la cuna, se colocan boca abajo, negándose a establecer contacto con esa realidad, que nunca les dio la bienvenida al mundo. Pierden sensibilidad a los estímulos externos y suelen rechazar el alimento. El ser humano es un ser social, necesita un grupo de referencia, cuando se produce el vacío social, el subconsciente retrae completamente la psiquis, “encapsulándola” de alguna manera.

Los pequeños que no son afectados por estas graves afecciones, quedan a la espera de llenar ese vacío, muchos crecen en el seno de refugios, casas cuna, hogares transitorios, y frustrados intentos de adopción.

Se piensa mucho en la necesidad de ser padres, pero poco se piensa en la necesidad de ser hijos que tienen los pequeños, abandonados o huérfanos. El sistema debe pensar en el niño más que en el adulto. Lamentablemente, pueden pasar años antes de que se concrete una adopción, pues el sistema es muy lento y burocrático, mientras tanto un pequeño niño, espera en soledad, afectado por la falta de afecto directo, por la ausencia de lazos filiales fuertes. Sobre esos lazos el ser humano construye su identidad, sobre los correctos estímulos desarrolla su inteligencia.

El niño necesita sentirse parte de una familia y no un número en una institución, por ello, necesitan apoyo psicológico antes y después de ser adoptados. Su autoestima, la valoración de su propia existencia debe ser construida para propiciar su salud integral.

A veces hay que sobrellevar con el niño años de soledad, maltrato y abandono, pero no importa que sea difícil, no importa que se deba trabajar mucho en el camino, para llegar al corazón de un niño herido por la vida, porque cuando se llega a él, se disfruta del mayor tesoro, que es su afecto y gratitud, el ser testigos del desarrollo de un ser humano es un pago inmenso.

Estamos en este mundo para tomarnos las manos y salvarnos juntos, levantar al que cae, acompañar al rechazado. Los mejores desafíos son los que nos llevan al amor, porque son viajes realizados con el alma.

Sea el primero en comentar

Deje un comentario

Tu dirección de correo no será publicada.


*