Familia y finanzas (Cuarta parte): Cómo actuar cuando un hijo mayor no quiere trabajar ni estudiar
Cómo actuar cuando un hijo mayor no quiere trabajar ni estudiar. Familia.
Es hermoso tener a los chicos en casa, pero cuando los hijos ya no son chicos y no hay indicios de maduración, sobre todo desde el punto de vista económico, las luces rojas se encienden en el seno familiar, y urge buscar una solución.
Es necesario acordar que las conductas no se generan de un momento a otro. El niño/a, que hoy es ya un hombre (o mujer), recibió suficientes señales durante toda su niñez y adolescencia, que le permitieron inferir que se podía vivir sin hacer ningún esfuerzo. Hagamos memoria y respondamos estas preguntas:
1- Estimulamos su interés por los desafíos?
2- Premiamos correctamente sus logros?
3- Enseñamos coherentemente sobre las consecuencias de no esforzarse?
4- Le permitimos tomar atajos para hacer más fáciles los trabajos?
5- Ayudamos demasiado en sus tareas, al punto que terminamos haciéndolas por ellos, mientras miran tv?
6- Los excusamos en la escuela, mintiendo si fuera necesario, para que no los castiguen por irresponsables?
7- Les asignamos tareas de colaboración en el hogar?
8- Les exigimos que se hagan responsables de sus mascotas, y del cuidado y limpieza de sus cosas?
9- Los premiamos si cumplen con sus tareas?
10- Los castigamos restringiéndoles tal vez, el acceso a algún divertimento, si no cumplen con sus obligaciones, o desistimos de las penitencias porque nos apena verlos aburridos?
Ya comprendieron verdad? El vago que hoy reside en nuestro sofá, es en gran medida, nuestra propia obra. Esto no quiere decir que sea irreversible. De hecho, a la brevedad hay que encarar esta situación. El “nene” o la “nena” ahora es un adulto, por lo tanto, no hablaremos como papás preocupados, sino como adultos, de igual a igual, como hablarían compañeros de departamento acerca de los gastos compartidos.
Es imperante hacerle ver que, al margen de todo el amor paternal, la realidad no admite que, en la economía de un hogar, algunos trabajen y otros parasiten. No dejaremos opción, ni se aceptarán excusas. El cambio no puede postergarse, es decir que, al día siguiente, el “nene” se internará en la selva del mercado laboral, y comenzará a buscar una actividad redituable. Esta no necesariamente debe servir para que se realice en el aspecto espiritual o vocacional (si fuera así, sería óptimo, claro), en este momento, la prioridad no son sus necesidades y preferencias personales (como siempre lo fue), sino resolver el estado de desidia y la falta de voluntad solidaria para con el entorno familiar.
Nuevos hábitos, traerán nuevas actitudes. Dejemos de facilitarle las cosas, y por el contrario, lo haremos responsable de lo suyo y de lo compartido con la familia, porque no pasa solamente porque se duche y se arregle la habitación (eso siempre se trata de él mismo); lo correcto es que también desempeñe tareas para beneficio de la familia, como lavar platos, cocinar para todos, limpiar, ir de compras, acompañar al abuelo al médico. Mientras se aboca a la tarea de conseguir un trabajo, estará aportando su esfuerzo y tiempo al grupo, lo cual le permitirá ir ejercitando su voluntad y prepararse para ser útil como empleado. Además, retiramos cualquier “regalo” económico, y solo le retribuimos, si realiza las tareas encomendadas, hasta tanto consiga un trabajo.
Ser asertivos, no débiles, no quita, que tengamos buenas y cordiales charlas sobre sus proyectos y sueños, estimular su autoestima, explicándole que puede lograr lo que se proponga, porque no se trata de capacidad, sino de voluntad.
A prepararse, porque cuando cobre su primer sueldo, un nuevo mundo se abrirá para él. Y a no extrañarlo después cuando empiece a construir su nueva vida. Les seguro que, aunque ahora proteste y se enoje, mañana agradecerá haber caído del sofá hacia el río infinito de posibilidades que el mundo tiene para ofrecer.
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