En 1982, cuando la comunicación virtual comenzó a difundirse masivamente, Scott Fahlman, de la Universidad de Carnegie Mellon (EEUU), se dio cuenta de que los mensajes carecían de componentes fundamentales, como el lenguaje corporal, el tono de la voz, etc., y debido a esto, se malinterpretaban las intenciones subjetivas de los mensajes.
Las palabras no son suficientes para interactuar en un diálogo. Cuando un escritor relata un diálogo, debe describir las expresiones y contextualizar emocionalmente a los personajes.
Entonces surgió la idea de los primeros emoticonos: la sonrisa : -) ; el guiño ;-) ; el asombro :-o ; el sarcasmo :-[ ; el enojo :-( ; había que mirarlas inclinando la cabeza en el sentido contrario de las agujas del reloj.
Luego, como en todo, llegó la evolución y las emociones encontraron miles de simbolitos, dibujitos, caritas, animalitos, todo es útil a la hora de expresar lo que sentimos. También se agrega la palabra que representa a la emoción: jajaja, ouch, ok, tkm, las cortantes sip y nop, y muchas formas más de complementar los diálogos.
Debido a que el ámbito de la palabra escrita, en el diálogo virtual, no sólo es comunicación e información, sino también expresión humana, interacción, vinculación, los sentimientos y las emociones toman un protagonismo ineludible. Cuántas veces nos reímos a carcajadas frente a la pantalla y cuántas disimulamos las lágrimas.
Porque frente al monitor de una PC, aprendimos a querer a personas que no conocemos, abrazar al que nos necesita, enviar amor al que nos enamora. El mundo virtual nos dio la oportunidad de soñar, de trasladarnos a lugares remotos, para besar a alguien que no está. Y aunque muchos se resistan a esta tecnología, aunque debamos aceptar que tiene más valor un abrazo cálido y real, nadie podría negar que Internet, nos ha regalado una dimensión, donde la globalidad alcanza los aspectos más sensibles del ser humano.
De alguna manera, aprendimos a utilizar esta herramienta para mejorar nuestra vida emocional. Los solitarios, se sienten en compañía de decenas de amigos; los tristes, recuperan la alegría compartiendo mensajes optimistas; algunos encuentran el amor, otros alegran a sus amigos con un “jajaja” oportuno y un comentario ocurrente.
Compartimos el dolor de una sociedad que lucha por recuperar los códigos, una realidad económica y social que a todos nos duele, en cada rincón del mundo.
Hemos descubierto que sufrimos los mismos males, que los políticos se comportan de manera semejante en todas partes, que hay niños con hambre, que existe el ingenio ilimitado, que el arte no sabe de banderas ni guerras. Somos del planeta Tierra y nos parecemos más de lo que creemos, una sonrisa hace bien en cualquier idioma, y el llanto se consuela de la misma forma, con un abrazo y un poco de comprensión.
No importa demasiado si el diálogo es virtual, si los amigos son virtuales. Porque sabemos que las emociones que nos despiertan son tan reales como nosotros mismos, y eso es suficiente para sentirnos más unidos y humanos que nunca.
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