¿Qué consecuencias nos trae quejarnos?

Quejarnos de vez en cuando es normal, a veces es inevitable. Pero hay personas que hacen de la queja su forma habitual de expresión. Sin darse cuenta van contaminando cada espacio y momento de su vida con manifestaciones negativas.

En general las personas quejosas creen que los problemas solo provienen del exterior, pero cuando logran resolver un problema enseguida buscan otro para enfrentarse a él y descargar toda la ira y su frustración.

 

¿Qué consecuencias nos trae quejarnos?

Verdaderamente estas expresiones nacen en el interior de cada uno de nosotros, en un diálogo interno negativo que expresa enojo, vacío, resentimiento. Es un ciclo que se vuelve recurrente, alimentado por una queja que no se expresa a quien deberíamos y que puede terminar desencadenando enojo y juicios negativos hacia quienes menos lo merecen.

¿Qué se esconde detrás de la queja? La queja por lo general surge ante quien no ha cumplido con lo pactado, lo que pretende quien se queja es tener la razón. Esta queja por lo general resulta improductiva porque ambas partes dicen tener la razón, produciendo un alejamiento y una desintegración del vínculo con el otro.

Al no obtener los resultados esperados con el reclamo, la persona que se queja puede trasladar su enojo hacia terceros que no están involucrados en la situación y que solamente pueden escuchar y tratar de tranquilizar a quien emite la queja.

Lo que se debe comprender es que la queja es improductiva y nos puede llevar a una espiral sin final, porque no intenta reparar un vínculo ni llegar a un acuerdo con la persona con quien se tiene diferencias, en definitiva no se producen posibilidades de cambio.

 

¿Qué nos trae como consecuencias la queja?

En un primer momento puede aportar una zona de confort, un espacio que nos permite evitar enfrentarnos a aquello que necesita una solución. Sin embargo, el consuelo pasa rápidamente; ya que lo que precisamos para sentirnos verdaderamente satisfechos es tener la capacidad de resolver problemas, contratiempos y conflictos. Justamente la queja constante nos aleja de la posibilidad de llegar a una solución.

Lo que acarrea la queja es el aumento del malestar y el conflicto en nuestro interior y también en nuestro entorno. Expresar nuestro descontento de vez en cuando es tolerable pero cuando se hace un hábito perjudica nuestra salud emocional y la de nuestro entorno.

Debemos ser conscientes cuando esta situación se prolonga en el tiempo para aprender a regularla y gestionarla de manera eficaz, para no dañarnos ni dañar a nuestros seres queridos. Quienes viven instalados en la queja se vuelven personas amargadas, resentidas, críticos, negativos.

Para salir de este nocivo hábito  en primer lugar deberíamos transformar la queja, la crítica y el juicio en una propuesta constructiva. Si no podemos cambiar las circunstancias por lo menos podremos cambiar  la manera en que las interpretamos. Para ello debemos romper el patrón de pensamiento negativo que nos lleva a vivir desde nuestras carencias.

El primer paso para lograr esto es aprender a valorar lo que tenemos, recuperar el arte de agradecer. Apreciar lo que somos, lo que tenemos y lo que hacemos en el momento presente. Cuando más valoramos nuestra existencia más abundancia experimentamos a nivel emocional, por el contrario cuanto más nos quejamos, más escasez padecemos.

“Si tu mal tiene remedio, ¿por qué te quejas? Si no lo tiene ¿por qué te quejas?” Proverbio oriental

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