Mitos sobre la Infidelidad. Prohibición y deseo

Mitos sobre la Infidelidad. rohibición y deseo

Mitos sobre la Infidelidad

Mitos sobre la Infidelidad. Prohibición y deseo.

Más allá de las disputas acerca de este tema, que ya ha dejado de ser controvertido para convertirse en un conflicto que no muchos desean resolver, la fidelidad es un bien -si se quiere- privativo de unos pocos.

Los oídos atentos de quienes amamos oír el relato de las historias que suceden a diario entre amigos, conocidos; o lo que vemos, sin ir más lejos, en nuestra oficina u otros lugares de trabajo, dan cuenta de una creciente forma alternativa de relacionarse con el sexo opuesto.

Su origen no habla de amor, romanticismo o de una intensa atracción física; sino más bien  que va labrándose tras los escenarios de la vida cotidiana, como aquello que transcurre cuando una persona se escapa de sus “obligaciones” e infringe las reglas de lo establecido, en búsqueda de adrenalina, seguridad o de sensaciones perdidas.

Paralelo a la ruta de la infidelidad, transita el facilismo de contacto a través de las redes sociales, el desencanto de muchos hombres y mujeres acerca del amor y los divorcios que, en la actualidad, son más populares que las bodas.

Ahora bien, ¿Qué hacer ante estas situaciones? ¿Está bien, acaso, naturalizarlas cuando en nuestra cultura está negada esa posibilidad? ¿A que se debe esta necesidad de corromper las normas cuando se trata de poner en juego el amor de nuestras vidas y la amistad de un ser a quien valoramos y queremos?

La respuesta a todas estas preguntas se simplificaría si consideramos el impacto subjetivo que tienen, al combinarse, la prohibición y el deseo.

La prohibición nos viene dada desde afuera, a partir de leyes implícitas o explícitas. Adherir a ellas o regirnos bajo determinadas normas da cuenta de una identificación hacia aquello con lo cual me comprometo. No obstante, el deseo es querer o anhelar algo, es una fuerza interior y personal que motiva al ser humano a buscar los medios para satisfacerlo.

La idea de prohibición le agrega un plus al deseo y, en muchos casos, el sentimiento que genera transgredir lo prohibido es el puntapié que da origen al mismo.

De esto hablamos cuando decimos que la infidelidad en sí posee un atractivo por su carácter prohibitivo.

Si a ello le sumamos que la persona en cuestión es la mujer de un amigo, o el esposo de una amiga, imaginemos, entonces, cuánto mayor se vuelve el deseo (“hecha la ley, hecha la trampa”), deseo que se verá envuelto entre episodios de una pasión incontrolable y una culpa duradera.

Tarde o temprano, es común que la culpa sea quien gane la batalla que se libra entre estos sentimientos encontrados. Tanto mujeres como hombres, cuando se ven en aprietos y parece estar todo pronto a salir a la luz, resguardan lo que consideran “más seguro”, su matrimonio o noviazgo, y abandonan las aventuras por un tiempo.

Lo cierto es que el porcentaje de reincidir es alto, cuando de infidelidad se trata.

Existen muchos mitos que acompañan el fortalecimiento del acto de ser infiel, como el aburrimiento de la rutina, una relación de pareja devastada, la falta de comunicación, pasar poco tiempo juntos, la pérdida del deseo sexual, etc.

Es innegable que éstas situaciones contribuyen a sentirnos atraídos por circunstancias y posibilidades opuestas a las que vivenciamos, pero ¿puedo estar en ello la verdadera causa de la infidelidad?

La infidelidad, en su forma más básica y sin involucrar gente allegada como amistades y conocidos cercanos al círculo de la pareja, está basada -desde mi punto de vista-, en una búsqueda de reafirmación del si mismo. Hablamos por lo tanto de personas inseguras a quienes no les conforma ni les alcanza lo que tienen, pero que tampoco están dispuestos a sacrificarlo, por lo que mantienen un doble juego. Si es esto así, entonces vemos que lo que prevalece – más allá de los desajustes de una relación disfuncional -, es un rasgo de la personalidad.

En el caso de los amantes que se involucran a costa de seres queridos y cercanos, tampoco es coherente hablar de los famosos mitos antes mencionados. En ésta ocasión lo que se busca es la adrenalina del riesgo (imaginen la sensación de la práctica de los deportes extremos). Aquí no hablamos de inseguridad -característica de la personalidad del caso mencionado más arriba-, sino de lograr la sensación de estar siempre al límite. Es probable que este tipo de personajes tenga otros vicios como la velocidad y todo aquello que conlleve algún peligro.

En ambos casos hay una pauta de comportamiento preestablecida -que es más fuerte que el compromiso asumido con la pareja-, por la cual se dejan llevar sin control.

Es más fácil echarle la culpa a la rutina, a los años y a los avatares de la vida que hacerse cargo de una decisión que se toma a la hora de ser infiel.

Las posibilidades están sobre la mesa, tanto para reconstruir y renovar cada día lo que nos trajo años de felicidad, así como para destruirlo por instantes superficiales de precaria intensidad.

 

 

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