El síndrome de la mala madre

En los tiempos en los que vivimos, cuando las mujeres hace rato han conquistado el mundo laboral, se plantean otros conflictos y desafíos. Es así que se comienza a hablar del síndrome de mala madre.

Las ideas que asociamos con la maternidad son por ejemplo: el amor incondicional, la abnegación, dedicación, ternura, renuncia, satisfacción, lealtad y todas aquellas palabras que se relacionan con dar todo por alguien. La madre es la persona que siempre está para nosotros.

 

El síndrome de la mala madre

Este concepto viene desde la época en que las únicas expectativas de las mujeres se relacionaban con casarse, tener hijos, cuidar un hogar, educar, transmitir valores, cocinar. Solo había algunas mujeres que se destacaban en el ámbito laboral, científico o literario, no sin luchar contra los cánones de la época.

La vida ha cambiado radicalmente y hoy la mujer tiene un rol protagónico en todos los ámbitos, incluso accede a los máximos puestos gerenciales de las empresas y de los gobiernos.

Sin embargo, en el interior de cada una reside todavía el modelo de madre que tal vez tuvimos en nuestra infancia. Pero las ocupaciones, la vorágine del día a día, los horarios y el stress pueden hacernos perder de vista lo que consideramos como una buena actitud de madres.

Esto se debe a este doble rol que debemos cumplir las mujeres en la actualidad,  por un lado ser madres y por el otro alcanzar el éxito profesional o laboral. Entre estos dos aspectos, se debe encontrar el equilibrio para alcanzar la armonía en la vida diaria.

En medio de tantas exigencias muchas veces, la mujer siente una enorme frustración por no poder dar respuesta a todo: la casa, el trabajo, las amistades, la carrera profesional. Y pueden aparecer sensaciones de agobio y cansancio.

Con respecto a los hijos pueden surgir ciertos comportamientos, como por ejemplo:

Gritos: por medio de ellos no se obtienen mejores resultados, ni resulta un comportamiento ejemplar. Sin embargo pueden aparecer ante situaciones cotidianas que se suman al cansancio general.

Impaciencia: la paciencia es esencial cuando se es madre, sobre todo para sobrellevar la carga de energía que tienen los niños hasta el final del día.

Negación: decirles a los niños que no a todo lo que piden, sin querer muchas veces dejamos de escuchar lo que nos quieren decir.

Falta de diálogo: podemos caer en la frase repetida de “porque lo digo yo y listo”, sin darles un argumento sólido y sin escuchar lo que ellos tienen para decirnos.

Falta de ejemplos: por el mismo trajín diario muchas veces nos olvidamos que nuestros hijos nos miran todo el tiempo y les pedimos a ellos conductas que muchas veces nosotros no podemos mantener, como por ejemplo contestar mal, insultar, etc..

No prestarles suficiente atención: cuando volvemos del trabajo nuestros hijos nos piden atención, que estemos con ellos, que juguemos, que les leamos un cuento. Pero muchas veces las tareas nos sobrepasan ya que también tenemos que atender nuestra casa, hacer la comida, lavar la ropa, tender las camas, etc.

Todas estas situaciones son más comunes de lo que imaginamos y seguramente más de una madre moderna se ha sentido así alguna vez.

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