Valores humanos versus valor material en la familia. Reflexiones en vísperas de un nuevo año

Valores humanos versus valor material en la familia. Reflexiones en vísperas de un nuevo año

Valores humanos versus valor material en la familia

Valores humanos versus valor material en la familia. Reflexiones en vísperas de un nuevo año

En las últimas décadas, y cada vez más frecuentemente, se vislumbra un sujeto (cuando hablo de un sujeto hago referencias a las personas en general) automatizado. Controladas por el tiempo y la necesidad de generar ingresos, las personas se han convertido en entes deambulando por doquier.

Tomemos la metáfora de “la familia como célula de la sociedad”, pensando a esta última como un cuerpo. Podemos entender, de un modo figurativo, que tanto el deseo de tener todo, a costa de lo que sea, junto con la invasión masiva de las redes sociales ha penetrado en ésta célula, dividiéndola y mutándola.

Hoy la familia sigue existiendo, pero cada vez más disgregada y devaluada. El hombre trabajando la mayor parte del día, y como eso no es suficiente para cubrir los gastos que una vida en la actualidad demanda, también lo hace la mujer, o viceversa.

Si no hay hijos aun, las parejas se ven poco y nada durante la noche, luego de una larga jornada laboral. Formar una familia no es una prioridad hoy en día, sí la de prosperar materialmente, como si de eso dependiera la felicidad.

La idea de alcanzar metas está asociada intrínsecamente al desarrollo económico, esto guarda la fantasía de que mientras más se tiene, más lejos se ha llegado.

Pero lo cierto es que llegado al punto en donde las personas parecen, finalmente, estar realizadas en ese sentido, por lo general entre los 30 y 35 años, comienzan a emprender la búsqueda de lo que sería la “frutilla de la torta”: un bebé.

Es muy común que a esta edad comience la carrera por concebir, y los miedos comunes de una mujer de más de 30, prolongue la llegada del primer hijo, teniendo que pasar la pareja por múltiples estudios de rutina para constatar que no haya anomalías. Por lo general, y en el mejor de los casos, lo que sucede es tan sencillo como un impedimento mental y no más que eso.

En situaciones familiares donde ya hay hijos, prevalece la idea de “darles lo mejor” o “darles todo lo que yo no tuve” y es así como llenan a los niños de juguetes que, en algunos casos, ni siquiera llegan a sacar de su caja, incrementando, de este modo, las demandas del niño y la baja tolerancia a la frustración, característica de los pequeños a los que nunca se les niega nada.

Luego se escucha a los padres decir cosas tales como “no se que le pasa, porqué se comporta así, si siempre le doy todo…para su cumpleaños le regalé un i-Pod, ahora para Navidad una tablet y en reyes tendrá su mini moto a motor”. Si, suena algo irrisorio, pero basta poner los oídos alertas para escuchar cosas tan carentes de sentido, como estas.

Las buenas intenciones de los padres para con sus hijos son innegables, pero muchas veces se entiende esa frase de “darles todo” desde un punto de vista material, cuando lo que, naturalmente, el niño necesita se trata de algo que no tiene precio, porque no se vende ni se consigue en ningún sitio. La palabra amor, es en este caso, la que guarda el mayor de los tesoros, y es un valor transmisible, al igual que el consumismo y el materialismo.

A diferencia de estos últimos, el amor que el niño siente a través de los abrazos y los momentos compartidos con sus padres, es algo que nunca lo cansará y que lo llenará de esperanza en momentos de tristeza.

El consumo y el apego a lo material lo volverán irascible, inconformista y poco tolerante a los avatares de la vida cotidiana.

No complacer en todo, los gustos del pequeño, muchas veces es mostrarle que la vida a veces te da y otras te quita, y que esto es parte de crecer. Son valores que todo niño debe aprender porque, tarde o temprano, tendrá que salir al mundo y los padres ya no estarán en todo momento para complacer lo que ellos mismos formaron como caprichos.

En la era que atravesamos es muy difícil recuperar e incorporar valores que vayan, no en contra de la época actual, pero sí de la mano de caminos alternativos de convivencia familiar, en los que prevalezca el espacio de comunicación interpersonal dentro la familia, sin móviles celulares o redes sociales de por medio (decir un te quiero cara a cara es algo cada vez menos usual); construir juegos con materiales reciclados para inculcar en los niños cierta consciencia acerca del cuidado del planeta; etc.

Lo ideal es que se realice en un período de tiempo en el que no haya nadie apurado u ocupado, que sean momentos que se repitan y formen parte del estilo particular de la familia, y que así se respeten. Si se consigue este objetivo, trascenderá generaciones y dejará huellas…nada de esto puede conseguirse con millones, pero sí con amor.

 

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