Vivir inseguros en la sociedad actual: la necesidad de un cambio

Hay múltiples factores, por los que la seguridad se ha transformado en un tema cotidiano, en cualquier noticiero, en las charlas casuales, en los discursos oficiales. Entre esos factores, se encuentra la superpoblación carcelaria, la falta de recursos, una justicia lenta que permite que convivan procesados con y sin condena, la corrupción interna, etc. Pero tal vez, se eluda llegar al origen de esta problemática. Muchos dirán que la pobreza y la falta de oportunidades, originan la  delincuencia, y en cierta manera parece que ésta fuera la única razón. Pero me gustaría exponer otra, una que vaya más allá.

Sabemos que en el mundo, y específicamente en nuestro país, existen cientos de miles de personas viviendo en pobreza, si nos internamos en los sitios más empobrecidos, notaremos que en absoluto, son todos delincuentes, que sólo un porcentaje estimado en un 20%, delinque. Esto quiere decir que un 80% de las personas de bajos estratos, son saludablemente honestas.

Estos datos me llevan a una reflexión. Si todos están en la misma situación extrema, ¿por qué unos eligen delinquir mientras la mayoría trabaja y busca recursos de otras maneras?, quisiera recalcar que las personas hacen elecciones, algunos, incluso en prisión, estudian y trabajan y logran cambiar el rumbo de sus vidas, mientras otros prefieren profundizar más en su brutal camino, y nunca paran de causar dolor a su entorno. Incluso, muchos convictos vienen de hogares pudientes, de clases media y alta, así que la pobreza no parece ser la mejor razón.

¿Qué herramientas posee la sociedad para cambiar y romper el círculo vicioso? Una en especial: La Cultura del Trabajo. Cambiar sus hábitos de vida depende de una disciplina personal. Levantarse a la madrugada para trabajar durante horas, creciendo en un oficio, dando un nuevo valor a las cosas, al dinero y a sí mismo. Esto podría ser el inicio del cambio. Los organismos de derechos humanos, a los que admiro por su constante lucha, no enfocan muy bien su función, protegen a los reclusos, exigiendo que el trabajo y el estudio solo sean opcionales. Y yo pregunto: ¿es opcional para el resto de los ciudadanos, trabajar y estudiar?, no se trata de algo que se puede o no hacer, simplemente, se hace.  Exigen que se les reponga cada objeto que destruyen, y pregunto: ¿si yo quemo el colchón en el que duermo, puedo pedir al estado que me lo reponga?, seguramente deberé trabajar para pagarlo, así que no lo quemaría jamás.

La oportunidad de ser honesto

Si se pretende reeducar y rehabilitar a una persona, para ser un ciudadano socialmente útil, lo primero que se debe aprender, es a ser responsable por lo que se ha hecho mal. Todos lo hacemos, día a día, pagamos por cada pequeño error y sufrimos por ello, perdemos una pareja por error, perdemos dinero por error, nos quedamos solos por los errores que cometemos, y es natural, equivocarnos y pagar por ello es también un derecho humano. Nada es más tremendo que subestimar la capacidad de cambio de una persona. Todos podemos cambiar.

Pero si en lugar de mostrar un camino correcto,  en nombre de los derechos humanos, se apañan los vicios, se permite la libertad de elegir la maldad, la crueldad, el egoísmo extremo, qué oportunidad tendrá esa persona de comprender que lo que hizo está mal. Y qué oportunidad tendrá la sociedad.

Hace un tiempo, se ha decidido otorgar un sueldo a los convictos, para mantener a sus familias, con la intención de evitar que se genere más delincuencia. Pero el enfoque sigue siendo insuficiente. Para cobrar deben trabajar, como lo hacemos todos,  y a sus familias se les debería enseñar el camino del trabajo honesto, ofreciendo la oportunidad de aprender oficios y estudiar.

La sociedad puede recuperar su fe, y los que cometieron delitos pueden aprender a formar parte de ella. Cómo mejorar la autoestima de estas personas,  si no se les permite descubrir sus propias capacidades. Es a eso a lo que más derecho tienen en realidad, a descubrirse como seres humanos.

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