Movimiento Slow Cities: Ciudades lentas, ciudades con tiempo

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Ciudades lentas, ciudades con tiempo

Todo comenzó cuando el italiano Carlo Pretini se lanzó a defender la idiosincrasia culinaria, típica de la comida italiana, por así decirlo, la comida lenta, de trabajoso proceso pero deliciosos resultados. Y lo hizo contra una cadena de comida rápida que, irrespetuosamente, intentaba instalarse a los pies de la emblemática escalinata de la Piazza di Spagna, símbolo de Roma.

Sin saberlo, comenzaba un movimiento que tomó un curso propio. En expresiones de toda índole con un objetivo en común: preservar tradiciones y valores, desacelerando el frenético ritmo que proponen el progreso y la economía global.

Al Slow Movemente, se sumaron el Slow Living, el Slow Travel, el Slow Design y también las Slow Cities. El movimiento de las Ciudades Lentas iniciado entonces, hoy congrega a cientos de ciudades de 27 países, entre ellos, Gran Bretaña, Italia, Holanda, Portugal, Finlandia, Australia, Nueva Zelanda, China, Yurquía, y varios países más.
Por su parte, Argentina comienza apenas a configurar sus experiencias en Buenos Aires, una de las ciudades más estresantes del mundo.

Principios Slow

El difícil proceso de desaceleración se concreta a través del cumplimiento de ciertos objetivos que una ciudad debe cumplir a fin de obtener su membresía de Ciudad Slow, por la que pagará una cuota anual para obtener el privilegio.
Los cambios en el estilo de vida urbana conforme a los principios slow, implican diferentes categorías según el tipo de ciudad que se trate.

Pueblo Cittaslow: para ciudades con menos de 50 mil habitantes.

Partidario de Cittaslow: para ciudades con más de 50 mil habitantes.

Amigo Cittaslow: a individuos y familias que promulguen principios slow.

La idea es que las ciudades preserven o recuperen su alma, su identidad, su tiempo de ser sin apuros ni atajos. La puesta en valor de la historia, del ambiente, del contacto humano en tiempo real.

Desviando la marcha hacia la globalización, la masa crítica que arrasa, estas ciudades optan por recorrer los viejos senderos con tranquilidad. El objetivo es mejorar la calidad de vida de manera holística, atendiendo al verdadero sentido de estar vivos, que no es la economía global, sino la conciencia colectiva del bienestar de todos los seres del planeta que habitamos.

Se ha logrado así rescatar pueblos que quedaron desiertos cuando sus habitantes prefirieron emigrar hacia las grandes ciudades. También se recuperaron hábitos alimentarios naturales, procesos de preparación de comidas, utilización de recursos energéticos limpios, entre otros cambios.

Se recuperó el concepto de escuela de pueblo. Pequeñas aulas donde asiste un número limitado de alumnos, donde se enseña a trabajar en huertas. Y, al mismo, tiempo que se instruye en tecnologías ambientalistas de última generación.

Tomarse el tiempo, volver a respirar

El ser humano se adapta en forma rápida a estos hábitos “lentos”, porque se sincronizan con su verdadera naturaleza. Resulta agradable saber que hay tiempo para hacer las cosas y que no existe el miedo de no llegar. Habrá sobremesa al mediodía y la familia se encontrará de nuevo en torno al hogar.

Para el turismo, una opción inmejorable, adentrarse en los usos y costumbres ancestrales de cada pueblo, apartándose del estrés de las “Ciudades Rápidas”. El verdadero descanso es disfrutar y compartir sin ansiedades.

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