La maravillosa historia de Patrick Otema

La discapacidad auditiva que se le diagnosticara a Patrick Otema al momento de nacer no resultó un impedimento para que el joven africano aprendiera a relacionarse.  Durante quince largos años, vivió sumido en una soledad irreparable, producto de la incomunicación total que le proponía su afección auditiva. Hoy, su historia ha dado un vuelco de 180 grados y los detalles de la misma serán expuestos a continuación.

Patrick Otema es un joven de 15 años que nació sordo en una pequeña localidad ubicada al norte de Uganda. En toda su vida no ha mantenido una conversación, pero eso felizmente no es hoy en día un impedimento para que el extraordinario joven pueda desarrollar sus capacidades como persona y ejercer libremente su derecho a la comunicación.

A la impresionante historia de este joven africano se suma la noble labor de Raymond Okkelo, joven que –por distinta causa- sufre la misma afección.

Raymond Okkelo es sordo y profesor de lengua de signos. Su historia es distinta a la de Patrick, ya que el mencionado educador ha quedado sordo de pequeño como consecuencia de la malaria.

La formación de Raymond en lengua de signos fue guiada por un curso del que participó en un momento muy especial de su vida y del que desembocó luego en una labor sin precedentes: compartir ese conocimiento con las demás personas sordas del pueblo en el que vive Patrick.

Pensar en una educación inclusiva de las Personas con Discapacidad resulta primordial para abordar esta historia y reconocernos en la noble labor del educador de Patrick.  El ejemplo de vida que representa Otema resulta un verdadero llamado de atención en relación a la condición humana y su capacidad de superación.

Y la labor emprendida por su educador en lengua de signos (el joven Raymond Okkelo), no sólo expone el desinterés planetario que se ha generado por muchas de las carencias que se reconocen en el África subsahariana, sino que termina posando sobre la mesa la inquietud de muchos seres en relación a trabajar en función de las necesidades ajenas.  En definitiva, la moraleja de la historia es positiva y nos plantea pensar la necesidad de aportar nuestro conocimiento en beneficio de aquellas personas que pudieran necesitarlo.

Enlace: Patrick en su primera clase de lenguaje de signos.

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