La educación en sociedades utópicas

Cuando los regímenes sociales y los establecimientos políticos, económicos y culturales se manifiestan de forma autoimpuesta en la ciudadanía, los habitantes están (de manera natural) sentenciados a vivir bajo los protocolos y reglamentos constitucionales que el Estado ejerce sobre ellos; no se trata de una fuerza mayor a la que se obliga a vivir, es más bien un legado que transciende el orden social a través de generaciones históricas en cuanto a la manera de llevar a cabo una civilización.

 

La forma en la que vivimos está regulada por diferentes entes a los cuales estamos sujetos: políticos, constitucionales, educacionales, familiares, culturales, entre otros tantos. Pero cuando las mentes pragmáticas están en desacuerdo con la forma de convivencia bajo la que se encuentran, sacan de su psiquis, formas y organizaciones de vida que en la mayoría de los casos se califican de “utópicas”, así es que llegaron inverosímiles propuestas tan pretensiosas de pensamientos socio-utópicos tales como la de: Platón, Tommaso Campanella, Gerard Winstanle, Thomas Müinzer, Tomás Moro, Francis Bacon, Menno Simons y aunque no menos utópicos en su época, las ideologías de Karl Marx y Friedrich Engels.

 

Pero, ¿qué es esto de las sociedades utópicas?

Algo que es utópico, es algo que, desde su propuesta inicial, parece irrealizable o inalcanzable, por lo tanto, una iniciativa de sociedad utópica es una proyección imaginativa de vivir en una comunidad cuya estructura esté compuesta por esquemas socio-comunitarios, económicos, laborales y educacionales que están sujetas a una filosofía de vida alternativa y desviada, de la global (“común”) forma y organización de vida. La necesidad del surgimiento de este tipo de sociedades se enfatiza en tiempos donde las desigualdades sociales y económicas subyacían en períodos históricos tales como el feudalismo o revoluciones industriales, en donde la explotación laboral y el poder adquisitivo de los capitalistas desequilibraban la equidad social.

Como anteriormente se menciona, muchos han sido autores de ideales socio-utópicos, a veces para corregir las apelaciones que indignan a los que están peor posicionados, proponiendo una forma de vivir en la cual reine la igualdad y felicidad de los integrantes de la comunidad; fue así que aquellos que se veían desconformes bajo formas de vida interesadas, recurrieron a crear sus propias comunidades aisladas, siguiendo sus reglas y apelando a las expectativas de “nuevas formas de asociación y convivencia humanas, eminentemente cooperativas, prescindiendo del concepto de autoridad y de las preocupaciones económicas de las sociedades actuales.”

Al apelar a una diferente forma de vida, es importante enfatizar en qué se basa la educación de sociedades tan aisladas como lo son las de carácter utópico. Cuando se trata de una comunidad cerrada, no podemos hablar de un sistema educativo como tal, sino más bien de una formación educacional moldeada a los intereses de la comunidad utópica. Como criterio abarcador, la educación gira entorno de dogmas religiosos que son la hegemonía de dicha comunidad, en el caso de sociedades renacentistas, los integrantes estaban en constante expansión del conocimiento con el fin de enriquecerse del prodigio intelectual, negando en su totalidad el uso del conocimiento para fines como la expansión territorial o el desarrollo científico en masa.

Por otro lado, los Menonitas, una de las comunidades utópicas más populares y actuales, están exentos de cualquier acceso a la educación tradicional y artilugios tecnológicos vanguardistas, pues sus creencias religiosas les impiden el acceso al “saber” y a lo “lujurioso”, puesto que el conocimiento es el vínculo hacia la realidad exterior y al entendimiento de la vida en su estado total. El único acceso a la educación de las comunidades Menonitas, por citar un ejemplo, es la Biblia y el Catecismo, por lo cual, a través de ello, aprenden a leer y escribir, añadiendo conocimientos básicos de matemática para desenvolvimiento de los hechos más sencillos de la vida.

Los niños no son educados por sus padres, es la misma comunidad quien los educa, apelando así al sentido igualitario del aprendizaje, de esta manera no hay quien tenga mejor calidad educativa que otros.

Según Hutchins: “los utopianos no pueden concebir que la finalidad de su vida consista en lograr fuerza industrial, poderío militar o mayor número de artefactos… creen que su sistema educativo debe constituir una ayuda para determinar cómo usar esas cosas cuando se las tiene.”

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