¿Debo limitar las siestas de mis hijos?

Las siestas son importantes en la infancia, pero un nuevo estudio ha concluído que no es una buena idea que los niños mayores de dos años duerman durante el día.

Las siesta de un niño a menudo proporcionan un descanso muy necesario para los padres también. Es el tiempo para una llamada telefónica ininterrumpida, o una siesta rápida en el sofá. Y las siestas tienen que ser una buena cosa para los niños de edad preescolar, seguramente, ya que la necesitan para descansar y dormir lo suficiente para que sus cerebros se desarrollen. Las siestas cortas también han demostrado ser buenas para los adultos, mejorando el estado de alerta y los tiempos de reacción.

Sí, todo esto se siente como algo intuitivo, hasta que llegó esta serie de 26 estudios que concluye que la siesta en niños mayores de dos años de edad puede no ser una buena idea después de todo. La revisión, publicada en la revista Archives of Disease in Childhood, dice que después de dos años de edad, la siesta se asocia a problemas como ir a dormir más tarde en la noche, sueño de peor calidad y despertarse aún más temprano. Los niños varían en la rapidez de su ciclo diario de vigilia y el sueño se consolida en un solo trozo de noche: las siestas por la tarde suelen disminuir entre las edades de tres y cinco. Así que debemos desalentar siestas en preescolares, ¿incluso si realmente parecen necesitar una?

 

La solución

Aunque la serie de investigaciones habla de los efectos de la siesta en los niños de dos años de edad, la mayor parte de la evidencia en realidad proviene de estudios de niños de tres años de edad. Además, los autores del artículo de la revisión de los estudios tienen claro que la investigación sobre la siesta de los niños es de mala calidad: algunos estudios dependen de los padres para recordar cuánto sus hijos dormían o si estaban durmiendo por períodos muy cortos.

Por otra parte, un estudio publicado en el Journal of Attention Disorders en febrero adolece de algunas deficiencias metodológicas (por ejemplo, un número pequeño, sólo 28 niños entre las edades de tres y cuatro, y sólo durante cinco días), pero fue al menos un ensayo controlado y aleatorio utilizando receptores activos que se llevan en la muñeca para medir objetivamente el sueño. Se encontró que los niños que habían “cortado” éstas siestas dormían mejor por la noche y puntuaron más alto en los estudios de memoria y atención.

Al respecto, el Dr. Mark Mahone, uno de los autores, afirmó que el sueño por la noche puede ser de mejor calidad que durante las siestas durante el día. La consolidación del sueño por la noche, dice, proporciona una mayor proporción de la onda lenta, un sueño reparador que promueve el desarrollo del cerebro y refuerza lo aprendido el día anterior. El estudio también encontró que los niños que permanecían sin siestas no dormían más los fines de semana. Esto demuestra, dice Mahone, que no tenían un déficit de sueño por el que compensar.

Hay padres que nunca pueden conseguir que sus hijos duerman la siesta, pero para los padres que pueden, no hay ninguna razón para parar. Mahone dice que se necesita más investigación antes de que alguien comienza a hacer recomendaciones y a afirmar a ciencia cierta los requerimientos de sueño de los niños, ya que son conocidos por ser variables. Un niño de tres años de edad, que no necesita una siesta un día puede necesitarla al día siguiente.

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