La estrecha relación entre las arrugas y el consumo de azúcar

En los últimos tiempos, los esfuerzos de la comunidad médica se centran en convencernos de lo dañino del exceso de carbohidratos en la dieta, que produce exceso de peso y predispone a una enfermedad metabólica crónica de gravedad como la diabetes. Pero además, la preocupación estética debería sumarse a estos efectos nocivos del azúcar, pues se ha determinado que produce arrugas.

En efecto, el azúcar acelera el proceso de glicación, un proceso natural que es inevitable, pero cuya velocidad dependen en buena medida de nuestros hábitos de vida.

La glicación es un proceso complejo, a grandes rasgos puede explicarse a partir de que las moléculas de azúcar se transforman en productos que dañan las fibras de colágeno y elastina, encargadas de dar a la piel elasticidad y aspecto turgente. Cuando este proceso avanza, la piel pierde esa elasticidad y se forman las arrugas.

Sin embargo, son muchos los procesos que llevan al envejecimiento cutáneo, a partir de la tercera década de la vida se combinan el fotodaño, estrés oxidativo debido a la agresión medioambiental, cambios hormonales y la acumulación de fibras debilitadas por los azúcares.

El proceso de la glicación no puede detenerse, entre otras cosas porque necesitamos alimentarnos, y muchos alimentos se convierten en glucosa en nuestro cuerpo además del azúcar propiamente dicha, como las harinas y hasta las frutas y verduras. Es el que le da esa tonalidad amarilla a las pieles fotoenvejecidas.

Sin embargo, existen productos antiglicación para el cuidado de la piel, que protegen a las proteínas del efecto nocivo de los azúcares.

Por este motivo también existen dietas anti-glicación, bajas en azúcares que ayudan a ralentizar este proceso. Estas dietas tiene una adecuada cantidad de proteínas para reponer las que se mueren en el proceso de glicación, también carbohidratos de baja carga glucémica para hacer más lento el proceso, y grasas saludables, como el aceite de oliva y los frutos secos que son antienvejecimiento. Como dato adicional, estas dietas repercuten no sólo en la piel del cutis, sino en todo el organismo con benéficos efectos.

Un buen contenido en la dieta de los ácidos grasos esenciales Omega 3 y 6 – presentes entre otros en los pescados azules, en los frutos secos, el aceite de oliva y algunas semillas – ayuda a compensar los nocivos efectos de la glicación.

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