Cómo relacionarse con los hijos de la pareja

En la actualidad, es muy habitual que las personas se separen aún teniendo hijos y así formen una nueva pareja, con todo lo que ello implica. Son las modernas “familias ensambladas”, y para los hijos, en especial si se trata de niños, no resulta sencillo adaptarse a la nueva situación como tampoco es fácil para una persona sin hijos relacionarse con los de su nueva pareja.

Muchas dudas surgen cuando hay niños de por medio. Cómo presentar a la nueva pareja, cómo reaccionarán los niños, cómo tratarlos, son sólo algunas.

Ante todo, es importante señalar que si bien la separación de los padres es difícil para los hijos, y al principio la presencia de una nueva pareja puede ser duro para ellos, a la larga que su madre o su padre sean felices en una nueva relación, y si ese vínculo se vuelve estable y sólido, termina resultando beneficioso para ellos. Pero para eso, es necesario hacer las cosas bien desde el principio.

Lo primero, entonces, es dar tiempo al tiempo. Ni los niños deben ser forzados a aceptar sin más a la nueva pareja, ni la pareja tiene por qué sentirse a gusto con ellos desde el primer instante – aunque hay casos en los que así sucede.

En la mayoría de los casos hace falta mantener la calma, tener paciencia y sobretodo, tener muy abiertos los canales de comunicación con los hijos y la pareja, dejando lugar a que expresen cómo se sienten para conversar al respecto. Cabe señalar que en esto, los hijos son los que deben ser más comprendidos, pues para ellos esta nueva persona implica un cambio importante y no resulta fácil de asumir, al menos en un principio.

Se puede entender como normal que los niños rechacen al principio a nueva figura, cuestionando sus atribuciones y la autoridad que se le pretende otorgar. A nivel inconsciente, se percibe a la nueva pareja de su padre o madre como un rival o alguien que los puede reemplazar. Es importante mantener la madurez en esta circunstancia y no caer en sus provocaciones, ni presionarles para le acepten rápidamente.

Este cambio genera en los niños mucha inseguridad, puesto que se confirma para ellos la pérdida de sus padres biológicos como pareja.

Es conveniente diferenciar los roles de cada una de las partes, pues la nueva pareja no es ni reemplaza al padre o a la madre del niño, por ello se debe aceptar y propiciar una buena relación con el progenitor que no vive con ellos para preservar la buena salud mental y emocional del niño.

Las decisiones más importantes sobre las cuestiones de los hijos y en especial, aquellas relativas a su educación, deberían ser consensuadas por el padre y la madre aunque estén separados, más allá de que deben comprender que hay que respetar al nuevo cónyuge, como así también a las reglas de la nueva familia.

Cuando los dos miembros de la pareja tienen hijos, el conflicto puede ser aún peor, pues los niños podrían sentirse intimidados entre ellos. No se los puede obligar de buenas a primeras a que se acepten y se quieran como hermanos – aunque, una vez más, en muchos casos es lo que afortunadamente, termina sucediendo. Es importante que puedan hablar y expresar lo que sienten, como celos, rabia, inseguridad, temores.

Es normal que cada hijo tenga más confianza con su propio progenitor, por lo menos durante los primeros tiempos, y también es positivo que tengan ciertos momentos para compartir juntos.

Es importante que los niños sepan que sus demandas son atendidas, pues en esos momentos se sienten emocionalmente heridos. De este modo, percibirán que tienen un lugar específico en el nuevo esquema familiar. Esto es válido para sus quejas, pues pueden compararse con los otros hijos y sentirse menos favorecidos, hay que ayudarlos a que vean que no es así y que se sientan importantes y apreciados en esta nueva estructura.

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