Cómo influir en la forma en que otras personas te ven

Lo que es importante sobre tí, según otra persona, es lo que más ha significado para ellos, no para tí mismo.

Algunos datos sobre la vida social cotidiana son tan preocupantes como éste: en realidad no tienes la menor idea de cómo te están viendo, de cómo te ves a través de los demás. Es una de las preguntas claves, qué somos a los ojos de los demás. Aunque parezca algo trivial, la realidad es que esta asumción que hacemos (cómo nos ven los otros) es crucial para la forma en la que nos desenvolvemos en el mundo.

Los estudios revelan que existen sólo correlaciones menores entre cómo crees que te están visto y cómo la gente realmente te ve. Si los que te rodean no están cayendo víctimas del “efecto de falso consenso” (suponiendo que eres igual que ellos, en “el mismo nivel”), entonces están cayendo víctima del “efecto singularidad falsa” (suponiendo que no podía ser tan inteligente, u ocupado, o infelíz como ellos). O tal vez es que quien está cayendo víctima de la “ilusión de transparencia”, asumie que tus palabras y tus expresiones faciales son un claro indicativo de tus sentimientos, cuando por lo general no lo son.

Se decía que Barack Obama, después de su desastroso primer debate presidencial de 2012, estaba convencido de que lo había hecho de manera brillante. Si es posible que el mejor orador con vida del mundo no pueda leer a su propia audiencia, ¿qué se espera de tí? Nadie en su sano juicio esperaría que lo hagas mejor. Lamentablemente, todo el mundo, en su fuero íntimo, sí lo espera.

Pero hay algo peor. Crónicamente nos olvidamos cuánta diferencia hace que tengamos acceso sólo a nuestros propios pensamientos y emociones. No nos damos cuenta de cómo muchos supuestos que estamos obligados a tener acerca de otras personas nos afectan. Además, somos “avaros cognitivos” por naturaleza: la vida es tan compleja que instintivamente conservamos nuestra energía respecto al procesamiento mental que hacemos, gastamos sólo cuando tenemos que hacerlo. Eso explica en parte porqué se dá la existencia de los estereotipos raciales y de género (son un atajo de ahorro de esfuerzo) y un sinfín de otros juicios apresurados.

Por último, no hay sesgo ególatra: lo que importa sobre tí, a otra persona, es lo más que ha significado para ellos, no para tí. Por lo tanto, al evaluarse entre ellos, los candidatos a un puesto de trabajo que son “normales” buscan “penalizar” a las personas de buen aspecto y atractivos; mientras que éstos últimos no lo hacen, porque los “medianamente atractivos” o “normales” se sienten (subconscientemente) que existe una “amenaza social” hacia ellos. Siempre se trata de quién percibe, no lo percibido en sí.

¿Pueden los demás nunca vernos en la forma en que pretendemos que lo hagan? Muchos responde que esto es cierto. Muchas de las sugerencias implican personas con desplazamiento de juicios. La idea es, por ejemplo, que muestres un poco de vulnerabilidad, y la unión resultante de la empatía debe incitar a la gente a verte con más claridad. Felicita a alguien en su imparcialidad o juicios precisos y, según la investigación sugiere, puede convertirse en una profecía autocumplida.

Pero tu observación más útil podría ser la siguiente: cuando se trata de juzgar cómo la gente te ve, confía en los números. Los encuentros individuales que tenemos, entre sí, pueden estar distorsionados por el sesgo y el egocentrismo. Pero, en conjunto, los patrones emergen. Si la gente regularmente te ve lejos en las fiestas, es poco probable que sea una coincidencia: que estés mostrándote aburrido. Si sigues asumiendo proyectos de alta responsabilidad en el trabajo, tal vez te parezcas mucho más competente de lo que habías imaginado. Puede ser cierto que nadie te entienda, pero cuando todos no te entienden exactamente de la misma manera, es probable que haya una lección lista para mostrarse a tí.

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