Cómo humanizar la economía. Hacia una economía racional

Cómo humanizar la economía. Hacia una economía racional

La Economía y el Humanismo son dos conceptos que corrieron siempre por carriles diferentes y opuestos. Esto se debe a que en la tabla de prioridades del sistema económico, el dinero y el poder político ocupan el primer lugar. La Economía, ve a las personas como números, consumidores o estadísticas útiles para la producción de artículos, bienes y servicios de toda índole.

En el otro extremo, el Humanismo, ubica en su centro esencial, al ser humano. Las necesidades, expectativas y recursos que el hombre requiere cubrir para su desarrollo integral, son el motor que mueve a las organizaciones humanistas.

Pero un sistema creado por el hombre no puede alejarse de él sin decaer. Por lo que lentamente, algunos sectores de la economía global, dirigen su mirada al origen real de, el ser humano. Una gran industria dedicada al placer, el bienestar y la salud comenzó a gestarse desde hace unas décadas, no se trata de la vieja idea del comercio turístico, la salud privada o los divertimentos. Un nuevo mercado se abre camino y deberá ser atendido: las personas desean una nueva forma de disfrutar de sus vidas, quieren sentirse bien y exigen consumir alimentos y productos sanos y seguros.

La economía mundial cumplirá con profundos procesos de adaptación, para evitar su propio colapso. Muchas empresas son boicoteadas en las redes si contaminan, si desertizan, si producen alimentos dañinos o exterminan animales inocentes para la producción de sus artículos. Es decir que los consumidores están despertando, observando, decidiendo, eligiendo, en base a una creciente conciencia humanista, ecológica, sustentable.

Entre las transformaciones más llamativas, se encuentra la del concepto de “capital  humano”, cobra mayor importancia la capacitación, la salud, el bienestar del personal. Las empresas de avanzada, fomentan la “siesta reparadora”, los deportes en las mismas instalaciones, los viajes grupales, los concursos y toda una batería de recursos que construyen un ambiente familiar en el trabajo. Las más avezadas, construyen verdaderas “aldeas laborales” alrededor, con escuelas, comercios, pequeños hospitales, complejos habitacionales para familias y edificios para solteros, soporte psicológico, cursos de promoción y jerarquización profesional, clubes de deportes y sitios de encuentros para conferencias y reuniones de exempleados.

Se ha comprobado que cuando la empresa aumenta los niveles de contención y seguridad, disminuyen las pérdidas por ausentismo, enfermedades, problemas de familia, de traslado, y además, el bienestar que produce en los empleados, los impulsa a cuidar las instalaciones, hay menos tasa de robos y destrucción de herramientas y máquinas y menos juicios por accidentes laborales y despidos. La Empresa se humaniza, transformándose en Comunidad.

Incluso, recuerdo una fábrica de autopartes que se encuentra en Brandsen, provincia de Buenos Aires, en la que los jefes almorzaban el mismo menú que sus empleados, en la misma mesa. También me llamó la atención el sistema de horario libre: debían cumplir una cantidad mínima de horas, pero podían hacerlo en los horarios que les resultaran cómodos; si debían asistir al doctor o ir a una fiesta de la escuela, podían hacerlo y luego cumplir sus horas, no se perdía el día, ni eran necesarios los permisos y supervisiones médico-laborales. Además, la atención y eficiencia disminuye cuando se tiene a la familia lejos por muchas horas.

Aunque el fin que persigue este moderno sistema, siga siendo el rédito económico, no se puede negar que hace la diferencia con el viejo y brutal sistema de explotación humana. La población trabajadora, merece un trato integrativo, considerado y agradable, que considere sus necesidades como personas.

Sea el primero en comentar

Deje un comentario

Tu dirección de correo no será publicada.


*