Felicidades! Año nuevo, hígado nuevo.

Felicidades! Año nuevo, hígado nuevo.

Nuestro cuerpo es como un arroyo que fluye recreándose a sí mismo. Resulta de la vibración de miles de campos de energía llamados átomos, que forman las moléculas, las células, los tejidos y así los últimos forman los órganos. Por eso podemos inferir con certeza que nuestros órganos se regeneran constantemente, en un año, el 98% de las células se ha renovado. En esta oportunidad, no me referiré a la condición de nuestro organismo como cuerpo mecánico cuántico, sino a las decenas de oportunidades que dejamos pasar sin hacer cambios en nuestra salud integral.

Nuestros órganos no son los mismos cada año, pero continuamos con patrones de conducta que reeditan las mismas afecciones. Por eso parecen iguales, de hecho, el hígado se renueva cada seis semanas; si, por ejemplo, un alcohólico deja de tomar por seis semanas, dará un importante paso desde ahí para la desintoxicación, pero si continúa bebiendo,recrea el daño adquirido y lo agrava.

Hoy daremos atención a este órgano que sufre los maltratos de nuestros hábitos culturales desde la niñez: el hígado. Lo encontramos en la región derecha del hipocondrio, sus funciones son: almacenar la sangre, regulando su cantidad en reposo y suministrándola ante el aumento en la actividad. Estimula el drenaje y dispersión de todos los órganos, activando la función digestiva y de absorción especialmente de bazo y estómago. Segrega la bilis que se almacena en la vesícula biliar para excretarla oportunamente en el tracto digestivo. También regula la contracción y relajación de ligamentos y tendones y, como si fuera poco, colabora con la visión y los movimientos oculares. Así se ve el hígado desde una visión alopática moderada. Sin embargo, el hígado, (y todos los órganos que componen nuestro cuerpo físico) no está separado de la totalidad que somos, es decir que nuestros pensamientos, sensaciones y emociones afectan en mayor o menor medida a nuestro cuerpo. En publicaciones futuras me explayaré sobre esta estrecha interacción entre la mente, las emociones y los órganos.

Por el momento resaltaré el hecho de que hay una conducta y, por ende, una emoción en particular, que altera el normal funcionamiento de nuestro hígado: la ira. ¡Qué pequeña se ve esta palabra y sin embargo, cuánto modifica nuestras vidas! El famoso personaje que se agiganta y se pone verde al enfurecer, es un ejemplo muy gráfico y simbólico. Voy a dejarme llevar… El verde es un color biliar, el aumento de tamaño representa por un lado la dimensión del ego y por otro, la inflamación hepática, cuya raíz es una contaminación radiactiva (exceso de calor) interior. Aunque parezca una comparación forzada, nos resulta útil a la hora de analizar cómo actuamos.

Las personas que viven la ira, e incluso la furia, como una afección crónica, a veces la interpretan por error como un rasgo de personalidad dominante. El mito de que estas personas son muy fuertes, se desmorona cuando los vemos entrar al consultorio del gastroenterólogo, donde se someten a tratamientos por hígado graso, hepatitis, cálculos biliares, gastritis, úlceras, esofagitis, y muchas más.

Lejos de ser personas fuertes, viven sus vidas huyendo de sus propios miedos, el enojo, que se expresa contra otros, nace y se alimenta en el interior, en el regazo del temor más antiguo. Te enojas porque las cosas no son como quieres y, si esto es así, temes no poder controlarlo todo. Necesitas el control sobre las personas, cosas y circunstancias, porque no tienes el control sobre ti mismo.

Te pido que respires… otra vez…, no temas pero quiero que te enteres de que en realidad, no existe el control sobre nada ni nadie. Tampoco el control sobre tu forma de ser. No sirve reprimir ni expresar la ira, no sirve que te contengas o que la dejes salir. El camino para sanar tu ira y así mejorar tu estado de ser, es transmutarla, transformarla en energía positiva. Si dejas de ver al mundo como una inmensa bola que rueda hacia ti con la intención de aplastarte, descubrirás que siempre estuviste girando a su ritmo, porque así funciona. Es sólo una cuestión de perspectiva y proporción lo que hace que le des mucha importancia a un simple embotellamiento, entonces respira….

Transmutar es dar una nueva forma a tanta energía de vida que tienes reconcentrada. Sé creativo, no recurras una y otra vez a lo que no te ha servido. Tu ira te deja solo, asusta al niño que fuiste. No importan las mil razones que tengas bajo la manga para excusar tus arranques, ni tu historia personal y lo que te pasó en la vida. Eso no funciona ya, porque dejaste de sonreír, porque no cantas mientras te duchas, ni silvas camino al trabajo; porque no disfrutas del paisaje cuando conduces, porque los que amas te miran con temor (y eso no es respeto). Lo único real es este presente, este instante en que, tal vez, caíste en la cuenta de que no te hace feliz sostener tu ira.

El hígado es el órgano que refleja estas vibraciones, todo se atasca en él (así se generan cálculos), como te atoras tú en tu necedad. Se contamina, como tú contaminas tu casa, tu trabajo, tus relaciones, con tu enojo eterno. Se inflama con el calor que le generas, ocupando más espacio del debido, tal como lo haces tú.

Amigo, este fin de año, puedes proponerte construir un nuevo hígado, regálate paz, obsequia a los tuyos armonía. Escucha más música y menos noticieros. Saca menos cuentas y acaricia más. Juega con tus hijos, haz el amor con dulzura. Relaja tu frente, suaviza tu mirada. Desintoxícate de duras actitudes. Recuerda que dentro de ti hay un niño que puede volver a reir.

Felicidades! Año nuevo, hígado nuevo – Artículo sobre salud.

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