Albergue en el patrimonio

Cuando no se cuenta con mucho presupuesto para viajar, hospedarse en un albergue no es una mala opción, menos en un edificio tan cómodo y en lugar tan hermoso como Ciutadella de Menorca en España.

La finca conocida como “Sa Vinyeta” se emplaza cercana al límite del núcleo urbano de Ciutadella, un lugar donde los últimos ensanches se topan con extensiones llanas de terreno salpicadas de volumetrías aisladas, generalmente viviendas, algunas de las cuales vinculadas hasta hace no mucho a pequeñas explotaciones agrícolas o ganaderas.

 

Albergue en el patrimonio

La finca de “Sa Vinyeta” contaba con pequeñas edificaciones auxiliares: almacenes y vaquerías, degradadas y de escaso valor, además de con una edificación registrada en el Inventario Arquitectónico de Protección del Patrimonio Histórico con un grado de protección máxima, lo que implica que su protección afecta a todo el elemento tanto a las fachadas y volumen exteriores como a la disposición general de la distribución interior de los espacios más importantes y representativos, como son los accesos, escaleras y salas nobles.

Dicha edificación alcanza una altura muy superior a la actualmente permitida por la normativa que regula el suelo donde se emplaza, lo que, unido a su geometría singular y a lo llano del territorio, la han convertido en una clara referencia del lugar. Además de la edificación existente, destacar un sistema de muros de piedra, que delimitan, sectorizan y organizan la finca y los antiguos huertos.

El programa solicitado consiste, por un lado, en rehabilitar la edificación existente y, por otro, en ampliar la superficie edificada para su uso como albergue. Además, la excelente ubicación de “Sa Vinyeta”, cercana al núcleo urbano y al puerto de Ciutadella, hacen que dicho lugar pueda ser también utilizado por el municipio para desarrollar otro tipo de actividades como exposiciones, conferencias, etc…

Se toman como elementos de trabajo iniciales, además de la edificación existente, otros 2 elementos que el lugar nos ofrece: el suelo (plano horizontal) y los muros de “piedra seca”. La primera acción consiste en superponer, extender una alfombra, marcar el territorio delimitando un ámbito por el que movernos, donde pisar. Una alfombra que, una vez extendida, nos recibe al llegar, se dilata junto a la casa, se hunde en el suelo existente, acusa nuestras pisadas, pliega para que descansemos, levanta alguna de sus puntas, y a nosotros con ella, se deshilacha, se eleva y dobla sobre sí misma: una topografía superpuesta: el espacio público.

Una nueva manera de leer el lugar y de relacionarnos con la casa existente a través de la cual continuarán los flujos, los pequeños espacios públicos-salas, donde descansaremos, charlaremos o  seguiremos pisando, ascendiendo, y pensando quizás que la cubierta es la última de esas salas, una sala al aire libre, el punto más alto de la nueva topografía, un lugar privilegiado desde donde apreciar lo llano del paisaje, el horizonte, el lugar de dónde venimos, y el mar; comentan sus arquitectos.

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